jueves

Hoy desperté entre dos mujeres con el canto de una pequeña llamada Javiera. Sus ojos gigantes parecían perderse en sus párpados al exclamar las notas más altas. Me levanté para verla, y entre tambaleos recordé al amor perdido.
Y el canto se hizo denso y cada nota penetraba mi corazón punzante y horrorosamente. Oí un grito y las mujeres se volvieron las cenizas de cigarros fumados anoche en un vals de alcohol.

Lo dice él, lo digo sho

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