vos no me avisaste
entraste por una puerta sin cerrojo
simplemente te metiste a mi pieza
y me robaste las horas
los sueños
llegaste plantando semillas en mi jardín vacío
limpiaste la maleza
espantaste a los gusanos
te sentaste en el borde de mi cama
y calentaste mis pies por la noche
gracias
martes
Te acuerdas amigo las tardes largas en las que nos sentábamos,
en algún par de escaleras
Cuando tu me contabas que habían hombres más hombres
Y mujeres más mujeres que tú y yo sumados.
Nuestros ojos se llenaban de lágrimas,
Y nos daba vergüenza y llorábamos
Nos abrazábamos con ganas de reventar esa cobardía,
De sacarnos de una vez esas ganas de huir
Que nadie recuerde que fuimos igual de débiles
Que todos olviden nuestras caras inútiles
Porque llevar un cartel en una manifestación es poco.
Porque quemar los palos, las botellas, las bancas es poco.
Porque quedarnos sentados tomando esa cerveza es la anestesia nuestra de cada día.
Cuando me contabas que habían hombres más hombres y mujeres más mujeres
Que sacaban su voz del pecho y no la guardaban entre los reglones de un cuaderno.
en algún par de escaleras
Cuando tu me contabas que habían hombres más hombres
Y mujeres más mujeres que tú y yo sumados.
Nuestros ojos se llenaban de lágrimas,
Y nos daba vergüenza y llorábamos
Nos abrazábamos con ganas de reventar esa cobardía,
De sacarnos de una vez esas ganas de huir
Que nadie recuerde que fuimos igual de débiles
Que todos olviden nuestras caras inútiles
Porque llevar un cartel en una manifestación es poco.
Porque quemar los palos, las botellas, las bancas es poco.
Porque quedarnos sentados tomando esa cerveza es la anestesia nuestra de cada día.
Cuando me contabas que habían hombres más hombres y mujeres más mujeres
Que sacaban su voz del pecho y no la guardaban entre los reglones de un cuaderno.
viernes
Una vez más me pregunto: ¿qué pensaran los perros?
Con sus orejotas y su baba y sus ojos lagañudos
Me pregunto que pensaran al mirarme en las esquinas
Y cuando los acaricio, ¿será que fingen esa risa?
Sus ojos brillan ante todo,
Si les hablas te responden sin ladrar
Te acompañan si estas solo
Y te besan sin asquear.
¿Qué pensarán estos seres y que hicimos para merecerlos?
En las calles, en las marchas, en la plaza y en los conciertos
Perros acompañan a hombres entre juegos y festejos
miércoles
martes
asquerosa historia de cómo casi me meé
Mis pupilas permanecían pegadas, clavadas a la manilla del baño y mi boca murmuraba maldiciones.
Un líquido estaba abultado en lo bajo de mi vientre y parecía llenarse más y más con el paso del segundero.
Mis manos heladas sudan. Todo mi ser quiere liberar el agua dentro mío.
Ya no soy solo yo, el ambiente anhela mi jugo,
quiere evaporarlo, hacerlo llúvia y descontaminar.
El universo está pendiente de esa manilla color oro
Ella, brilla por su ausencia, maldita Carla.
Los dioses hacen una cuenta regresiva,
mientras mi estómago, mi panza palpita al compás de esa enumeración.
Tritón pide agua
Zeus quiere hacer beber al universo ese bendito líquido emanado por mi ser
3,2,1 Carla sale y yo , con mis manos empapadas avanzo ...
Me siento y el water está calentito
Un líquido estaba abultado en lo bajo de mi vientre y parecía llenarse más y más con el paso del segundero.
Mis manos heladas sudan. Todo mi ser quiere liberar el agua dentro mío.
Ya no soy solo yo, el ambiente anhela mi jugo,
quiere evaporarlo, hacerlo llúvia y descontaminar.
El universo está pendiente de esa manilla color oro
Ella, brilla por su ausencia, maldita Carla.
Los dioses hacen una cuenta regresiva,
mientras mi estómago, mi panza palpita al compás de esa enumeración.
Tritón pide agua
Zeus quiere hacer beber al universo ese bendito líquido emanado por mi ser
3,2,1 Carla sale y yo , con mis manos empapadas avanzo ...
Me siento y el water está calentito
Las palabras se traban entre mis dedos, en mis uñas como mugre,no quieren ser escritas.
No quieren compartir espacio con el ruido de los autos, de la calle y los perros.
El silencio y el olvido parecen lejanos
en una cama blanda, en el calor de las ventanas cerradas, pastilla para dormir ya ingerida.
Un motor se enciende
Mis dedos deciden moverse, bailan sobre el plástico
Lo cómodo nunca ha sido inspirador, y aunque la miseria este colgada de mi hombro no quiere ser musa hoy.
No quieren compartir espacio con el ruido de los autos, de la calle y los perros.
El silencio y el olvido parecen lejanos
en una cama blanda, en el calor de las ventanas cerradas, pastilla para dormir ya ingerida.
Un motor se enciende
Mis dedos deciden moverse, bailan sobre el plástico
Lo cómodo nunca ha sido inspirador, y aunque la miseria este colgada de mi hombro no quiere ser musa hoy.
No me gusta ser mujer, ni hombre, ni mamífero
La piel es tan blanda, los huesos duros, la sangre tan tibia
El lenguaje es una desgracia pero más aún lo es la necesidad de comunicarse
No me gusta ser mujer ni conocer mujeres,
Ni hombres
A las mujeres les sangra el culo una vez al mes,
Los hombres no tienen memoria
Bueno y a los gatos… se les cae el pelo
domingo
lunes
jueves
miércoles
domingo
Las piedras
Los hombres hacían fila, uno detrás del otro para subir a una plataforma instalada en medio del patio trasero de la casa de los ciruelos en flor. Tenía dos cajones de madera como escaleras, que crujían cuando los dos pies se posaban en ellos. El patíbulo, con una cuerda gris colgando, llena de cebo, esperaba por los cuellos inmortales de los hombres. Subió el primero. Una mujer con la cabeza cubierta por un grueso velo negro le puso la soga en el cuello y tiró de una palanca que dejo al hombre colgando sin tocar suelo. Todos miraron al cielo con desilusión y un poco de rabia. La mujer desamarró la cuerda y el hombre cayó al suelo. Se arrastró con vergüenza y se fue a sentar bajo uno de los árboles en la oscuridad. Subió el segundo, le dejó una carta al que esperaba tras él y subió. La mujer le puso la soga y tiró de la palanca. El hombre colgando empezó a patalear, sus ojos se llenaron de lágrimas. Miraba al cielo que seguía ahí, claro, de luna creciente, sin inmutarse, lejano. La mujer lo ayudó a bajar al suelo para que se revolcara en la tierra mojada bajo la plataforma. El primer hombre, mientras observaba el espectáculo, manoseaba una piedra con forma de almendra que encontró bajo el ciruelo. Se veía a sí mismo en un lago, haciendo rebotar la piedra almendra; y ésta al parar su salto se ahogaba para desaparecer. En el lago nadaban niños muertos que quisieron seguir la ruta de sus piedras. El hombre despertó y se paró con la piedra en la mano, se unió a la fila que había disminuido a 7 hombres. Ninguno de los anteriores murió. El sexto hombre subió con un gato negro muerto amarrado al pecho. No murió. El quinto, dijo un poema antes de subir y al bajar gritó el final desafinado adornado con gallitos negros y palabras de desamor. Los ciruelos derramaban sus pétalos entre la multitud postrada en el suelo, entes tapados en el barro, a la espera del final de la fila para luego dormir y mañana intentarlo de nuevo. El hombre esperó su turno, subió los dos cajones de madera, se puso el mismo la cuerda, apretó la piedra en su mano. La mujer bajó la palanca y un crujido lo ahogó en un lago de tierra, la piedra en la mano, hombres de barro y niños nadando a su alrededor.
miércoles
martes
REFLEJO EN EL ANDEN

La veo y de nuevo no la reconosco, sentada en el metro mirando la ventana. Trae bajo un brazo el Publimentro, pero no lo lee. En el hombro va acostado el cabello, no tan corto, teñido de arcoiris, con pocas ondas. Deletreo su nombre: Macarena. Sigue usando los mismos lentes rojos con el cristal rayado. Los ojos siguen intactos, secos, con largas pestañas y adornados por unas cejas frondosas. Los labios están más delgados, menos húmedos pero conservan el rosado otoñal de siempre. Hoy trae una argolla negra en la nariz y en su mejilla se mantiene reposando una peca que según ella "estuvo de moda en otra época." Llegando a Salvador Macarena se para. Me mira, se mira, no se reconoce tampoco. De pies a cabeza; sandalias, vestido, cuello, mentón, frente, cabello. Está más alta pero sigue siendo pequeña, y sigue sembrando una joroba en su lomo. La ropa siempre negra, como maldita por la costumbre indígena de necesitar atraer el sol; y el pecho sin un adorno más que el de estar vivo, el respirar lento y un palpitar pausado. De repente las manos huesudas de sueltan de pasamano y las puertas se abren. Desaparezco.
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